Desde que comencé a practicar Yoga, hace 6 años, inmediatamente pude percibir y vivenciar los múltiples beneficios físicos, mentales y espirituales que trae la práctica de esta milenaria disciplina. El yoga aporta una expansión total de nuestro ser. A través de la constancia en la práctica, podemos lograr un cuerpo firme, una mente estable y un espíritu benevolente.
Cada práctica es distinta, esto depende en gran parte del estado del ánimo o el nivel de energía, entre otros factores, sin embargo, estos distintos escenarios son los que nos permiten sacar constantemente nuevas enseñanzas, descubrir cosas nuevas y dejar atrás lo que sentimos que no nos está sumando.
Una de las cosas básicas que nos enseña el Yoga, y que para mí ha sido fundamental, es a respirar. Muchas veces nos encontramos sumergidos en la rutina; las semanas y los días pasan volando, y no nos damos un momento para escuchar nuestra respiración. Olvidamos tomar consciencia de nuestras inhalación y exhalación, impidiendo sacar provecho de los beneficios asociados a este proceso tan natural y vital. Una respiración adecuada nos ayuda a oxigenar nuestro cuerpo y órganos, a despejar la mente, a aclarar las cosas, bajar las revoluciones.
En el plano físico, por ejemplo, el Yoga es perfecto para trabajar la resistencia, la flexibilidad, la fuerza, y corregir nuestra postura corporal. A nivel mental, una práctica constante permite mejorar la concentración y la tolerancia, y ayuda enormemente a trabajar la estabilidad emocional y el auto reconocimiento al conectarnos con nosotros mismos. Por último, la exploración constante de nuestro ser y la conexión con nuestras capas mentales, espirituales, físicas y emocionales que conducen a un estado íntegro de armonía.
Nos entrega las herramientas para poder encontrar la calma en situaciones tensas, afrontar mejor los problemas, y por otra parte, disfrutar mejor los momentos de descanso. Luego de cada sesión de Yoga, es normal sentirse liviano, tranquilo y en paz. Son estas las sensaciones que van creando en uno la necesidad de practicar con mayor frecuencia, e incluso a tener una o más prácticas diarias.
El Yoga ha permeado tan profundamente en mí que hoy es mi filosofía de vida, la forma en la que veo y me tomo las cosas, cómo vivo mi día a día. El Yoga me ha ayudado a encontrarme y reconectarme conmigo misma.
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